Son dos de los arquitectos más influyentes que recordamos y a ambos les debemos obras adelantadas a su tiempo. Zaha Hadid consideraba a Oscar Niemeyer un genio del siglo XX y compartía con él una devoción por las siluetas fluidas.
Zaha Hadid; mujer, árabe y arquitecta
En un universo arquitectónico dominado por hombres, Zaha Hadid emergió como una fuerza revolucionaria, convirtiéndose en un faro de innovación y creatividad. A lo largo de su carrera, dejó una huella imborrable en el mundo de la arquitectura, con obras maestras que combinan formas fluidas, geometría futurista y una visión única del espacio.
Nació en Bagdad, en 1950, y se enfrentó a múltiples obstáculos debido a su género y origen cultural. Pero conseguiría hacer despegar su carrera en los 80, cuando comenzó a recibir importantes encargos para diseñar y construir edificios icónicos.
En España lo tenemos fácil para reconocerla: fue la artífice del Pabellón Puente de Zaragoza, el edificio anexo a las bodegas Viña Tondonia en Haro y la estación de Euskotren en Durango. De hecho, en 2016 trabajaba en la remodelación del barrio de Zorrozaurre, en Bilbao, cuando la muerte la sorprendió a los 65 años.
En 2004, se convirtió en la primera mujer en ganar el prestigioso Premio Pritzker. Además, recibió la Medalla de Oro del Real Instituto de Arquitectos Británicos y fue nombrada Dama del Imperio Británico por la Reina Isabel II. Ahora, sus herederos se pelean desgarradoramente por su herencia. Pero su legado, sobre todo el que deja a otras mujeres arquitectas, permanecerá intacto.
Oscar Niemeyer; la utopía vive
Justo antes de que la pandemia irrumpiera en nuestro mundo como un mal sueño de los que muchos aún no han despertado del todo, viajé a Brasilia por trabajo. Era un viaje relámpago, organizado a toda prisa, y el estrés de los días anteriores me impidió cuidar como era debido los detalles. Pero en cuanto llegué, el orden y el progreso, tal como reza la bandera de Brasil, se impusieron ante mis ojos. Las formas de aquella increíble ciudad se metieron en mi cerebro y ordenaron mi cabeza como por arte de magia. Precisamente eso era lo que había pretendido Oscar Niemeyer al concebir lo que sería su mayor sueño arquitectónico.
Niemeyer, los ojos y la voluntad siempre en el futuro, imaginó un lugar donde el pasado y el presente se encuentran en un paisaje de líneas sinuosas y formas orgánicas. Sus estructuras, que parecen flotar en el aire, desafían la gravedad y rompen con las limitaciones tradicionales. La ciudad de Brasilia es la prueba de que sí se puede. El mundo hermoso y ordenado, el testigo del dominio del hombre sobre la naturaleza.
Oscar Niemeyer, cuyo espíritu visionario nunca se detuvo, falleció a la edad de 101 años el 5 de diciembre de 2012. La muerte lo encontró, cómo no, trabajando en la concepción de mundos mejores.