Hace unos días abría, de nuevo, sus puertas la Taberna Lobo de Mar, y nosotros, ¿cómo no? acudimos raudos y veloces a disfrutar de las sorpresas que han preparado para esta nueva etapa de La Oliva Family.
Al frente de esta propuesta gastronómica tan especial están Juan Calzada y Carol Rial, dos emprendedores natos con alma aventurera, que, a lo largo de su vida, se han embarcado en diferentes proyectos que puedes descubrir en Érase una vez… Las croquetas de La Oliva.
Eso sí, como ellos mismos nos contaban, si hay algo que todos han tenido en común es su conexión con el mar. Así que la Taberna llegó para poner la guinda al pastel; algo que se transmite con solo cruzar la puerta… Al llegar al local, ubicado justo al lado de su hermano mayor, el restaurante La Concepción, casi se puede sentir la brisa típica de los puertos y el olor a sal, y es que el viaje comienza mucho antes de siquiera elegir lo que vas a pedir.
Los sobres de las mesas están revestidos de un curioso microcemento, en tono azul-verdoso, con conchas marinas trituradas sobrantes de conserveras españolas. El mismo material lo podemos ver en una pared con ondas, que simulan las olas, y en la joya de la corona: la barra en forma de isla, apta para los que buscan un ambiente cálido e íntimo. Además, la mayoría de las lámparas están hechas a mano por artesanos. Hay tantos detalles para deleitarse que ¡casi se nos olvida que habíamos venido a comer!
Pero ahora empieza la fiesta. Juan, al frente de los fogones, nos propone una carta creativa, en la que encontramos su toque inconfundible, con tapas (para 1 persona), raciones (para 2), platos (para 4), opciones para niños y postres. Aunque, lo divertido de venir a un lugar como este es romper los esquemas y atreverte a jugar cómo te apetezca.
Nosotros queríamos probar un poco de todo, pero no podían faltar las croquetas, en esta ocasión, de carrillera de ternera y de bacalao con langostino; también disfrutamos, de lo lindo, de la tosta gratinada de brioche artesano de cochinillo con manzana y queso de cabra; de la ensalada (fuera de carta) de tomate Raf Marmande con caballa en escabeche casero, kalamata y aguacate; de las alcachofas fritas con aliño de lima y daditos de almendra; de la tabla de quesos locales e internacionales; de la tabla de embutido recién cortado y del solomillo de ternera a la plancha con plátano y cebolla confitada a la malvasía volcánica.
Y si crees que no nos quedaba hueco para el postre, no puedes estar más equivocado, pues nos pusimos las botas con el explosivo flan de queso y café y la torrija con helado de crema catalana. Para maridar, tenemos que destacar que la propuesta se basa en vinos de islas de todo el mundo, y nosotros nos enamoramos empedernidamente de Konrad, un sauvignon blanc de Nueva Zelanda, con el que acertarás sí o sí.
Una experiencia de las que dejan huella… ¡Enhorabuena!