“Lo bello hace venir y lo bueno volver”
Cada vez más, la línea que separa el arte de la gastronomía se vuelve más etérea; algunos, incluso, no conciben sus creaciones sin franquearla. Es el caso del repostero Cédric Grolet, cuyos postres cumplen un requisito común: son obras exquisitas dignas de ser admiradas, antes de llevárselas a la boca. ¿Te apetece conocerlo?
Cédric Grolet nació el 28 de agosto de 1985, en la región de Rhône-Alpes del Loire (Francia), y cumple a la perfección eso de “de casta le viene al galgo”; pues proviene de una familia dedicada al mundo de la restauración. Con tan solo 11 años, apuntaba maneras en la cocina del hotel de sus abuelos, en Andrézieux-Bouthéon. Según cuentan, en aquella época ya se desenvolvía, con soltura, con un antiguo batidor de alambre. Dos años después, se convirtió en aprendiz oficial de cocina, y a los 14, en alumno de la escuela de pastelería. Asimismo, hasta la mayoría de edad, compaginó esta formación con la de diseño, lo cual explica su posterior dominio de las formas y la técnica.
Por aquel entonces, ya coleccionaba algunos premios, que le empezaban a dar visibilidad y nombre dentro del mundo de la pastelería francesa. Pero en el 2006, fue cuando, sin duda, dio su gran salto, trasladándose a París y comenzando su andadura en Fauchon; un lugar de culto para cualquier amante de la gastronomía gourmet, que actualmente tiene dos de sus tiendas (en la Place de la Madeleine) cerradas, debido a la crisis que ha supuesto el Covid-19. Su paso por allí, fue sumamente relevante para perfeccionar su forma de trabajar y para establecer lazos con chefs como Christophe Adam, Benoît Couvrand y Christophe Appert, que muy pronto vieron su enorme potencial.
Más adelante, pasó a formar parte del equipo de cocina del hotel Le Meurice, donde, posteriormente, se convirtió en mano derecha de Alain Ducasse, el chef con más estrellas Michelin del mundo. Con 26 años, fue nombrado pastry chef y, en el 2018, llegó uno de los mayores reconocimientos a su esfuerzo, por perseguir insaciablemente la perfección en cada plato: fue nombrado mejor chef repostero del mundo en los The World’s 50 Best Restaurants.
Actualmente, el confitero dirige la Pâtisserie du Meurice par Cédric Grolet; cuenta con dos libros a sus espaldas, Fruit y Ópera; y lo que es más importante, no ha parado de regalarnos bocados hiperrealistas, que hasta ahora, solo existían en nuestra imaginación.
¿Una de sus últimas delicias? El Hazelnut-lemon, un postre efímero que creó con el también pastelero Pierre Hermé, aunando la pasión de este por el macarrón y el dominio de Grolet con las frutas. Pero si quieres deleitarte con todas sus propuestas, no tienes más que seguirlo en Instagram, donde cuenta con casi dos millones de seguidores y donde verás creaciones tan espectaculares como la Flor Tattoo, una tartaleta que emula el mandala tatuado en su brazo, con chocolate negro, praliné a la naranja y glaseado de mandarina. ¡Bienvenidos al renacimiento de la clásica pastelería francesa!