Una orografía llena de exigentes y largos puertos de montaña, descensos de vértigo, buen clima durante todo el año y una altitud más propia de zonas de alta montaña que de una isla. Todos estos ingredientes hacen de Tenerife un auténtico paraíso para la práctica del ciclismo. Da igual que la bici sea de montaña o de carretera, la isla tiene infinidad de posibilidades para todos los gustos.
Tanto es así, que incluso los equipos profesionales lo eligen todos los años como destino para preparar las pruebas más duras del mundo, como el Tour de Francia o para venir hacer sus test de mitad de temporada. No es extraño encontrárselos sobre sus bicicletas y pedalear un rato con ellos (si es que puedes seguir su ritmo).
Y es que en pocos lugares del planeta se puede salir desde el nivel del mar pedaleando y alcanzar los casi 2.500 metros de altitud que tiene Izaña en tan poco espacio. Los cientos de kilómetros de carreteras, muchas de ellas con apenas tráfico y bastante bien asfaltadas, y las cuatro subidas diferentes al colosal Teide (una por cada vertiente), consiguen que las opciones de ruta sean casi infinitas.
La antigua carretera comarcal del sur, hoy prácticamente en desuso y casi sin coches, los Parques Rurales de Teno y Anaga con sus empinadas y durísimas ascensiones y, por supuesto, las Cañadas del Teide, son zonas casi utópicas en las que disfrutar –y sufrir- con la ‘flaca’ está totalmente garantizado.
Pero si prefieres el mountain bike el escenario es también un sueño hecho realidad. Kilómetros y kilómetros de pistas a través de altos pinares, de antiguos bosques, de desiertos, de caminos costeros y de vías a través de la negra roca volcánica donde poner a prueba tu técnica.
Tenerife ofrece todo un abanico de posibilidades y lleno de contrastes, tanto para las ruedas gordas como para las finas, en el que disfrutar de un deporte que ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años.