Los reflectores del mundo vuelven a girarse hacia Rosalía. Tras el terremoto cultural que supuso Motomami, la artista catalana reaparece con Lux, un álbum que irradia una sensibilidad completamente distinta: más espiritual, más cinematográfica, más ella que nunca. Con su lanzamiento previsto para el 7 de noviembre de 2025, bajo Columbia Records, Lux llega como un manifiesto sonoro sobre la transformación, el deseo y la luz interior.
La portada ya habla por sí sola: Rosalía, envuelta en un hábito blanco y bañada por un cielo azul casi místico, parece una figura suspendida entre lo sagrado y lo terrenal. Una declaración estética que anuncia lo que viene: un viaje de redención y búsqueda artística donde conviven coros de la Escolanía de Montserrat, arreglos de la London Symphony Orchestra y la electrónica más audaz. Ella misma lo ha definido como “un arco emocional sobre la fe, el cuerpo y la memoria”.

En Lux, Rosalía abandona cualquier rastro del vértigo urbano de Motomami y se sumerge en un universo que roza lo litúrgico. Las canciones, divididas en cuatro movimientos, se suceden como capítulos de una misa contemporánea. Mio Cristo, La Rumba del Perdón o Sauvignon Blanc no son simples títulos: son piezas de un lenguaje nuevo donde lo divino y lo carnal se rozan sin miedo. Suena lo ancestral y lo vanguardista, lo local y lo global, con una producción que transita entre el flamenco más esencial y una orquestación que evoca a Björk o Arca, pero bajo el pulso inconfundible de Rosalía productora ejecutiva.
El primer adelanto, Berghain, ya dejó claro el tono del álbum: un tema multilingüe en español, inglés y alemán, que combina beats densos y corales etéreos junto a Björk y Yves Tumor. No es una canción: es una experiencia sensorial que evoca la catarsis del mítico club berlinés y convierte la pista de baile en un templo. En sus letras, Rosalía se muestra tan vulnerable como provocadora, explorando la fe y el deseo como dos caras del mismo espejo.

En su lista de colaboraciones, nombres como Sílvia Pérez Cruz, Estrella Morente o la portuguesa Carminho confirman una vuelta a la raíz ibérica, mientras las texturas electrónicas y la fusión idiomática consolidan su vocación global. Luxsuena como un disco sin fronteras: entre idiomas, géneros o épocas. Y quizá ahí esté su magia, en no parecerse a nada más, ni siquiera a la Rosalía que creíamos conocer.
Si Motomami fue un grito, Lux es un rezo. Un álbum que no busca gustar, sino conmover; que no persigue la moda, sino el misterio. Rosalía se atreve a mirar hacia dentro, a usar la fragilidad como fuerza creativa, y a recordarnos que el arte también puede ser una forma de iluminar la oscuridad.
Lux no es solo el nombre de su nuevo disco. Es el reflejo de una artista en plenitud que ha decidido, una vez más, romper todas las reglas para inventar las suyas propias. Y esa, al fin y al cabo, sigue siendo la verdadera marca Rosalía: convertir la reinvención en un acto de fe.


