En una jugada que nadie vio venir —y que sacude los cimientos de la moda mundial— el Grupo Prada ha anunciado la compra de Versace por 1.250 millones de euros. El movimiento no solo redefine el mapa del lujo europeo, sino que coloca a Italia en el centro de una nueva era de consolidación creativa y empresarial.
La operación devuelve a Versace a manos italianas, tras años bajo el paraguas de Capri Holdings, y convierte a Prada en un titán capaz de competir directamente con los conglomerados franceses como LVMH y Kering. Pero más allá de las cifras, la adquisición simboliza algo más profundo: la tensión entre dos visiones opuestas del lujo que, a partir de ahora, convivirán bajo un mismo techo.
La unión entre Prada y Versace es, estilísticamente, un matrimonio improbable. Prada, con su diseño intelectual, depurado y casi arquitectónico; Versace, con su barroquismo audaz, dorado y provocador. El choque de lenguajes promete una revolución estética o una convivencia turbulenta. Pero lo que está claro es que ninguna de las dos marcas saldrá indemne.
El adiós de Donatella y el desembarco de Vitale
Donatella Versace, directora creativa de la firma desde el asesinato de su hermano Gianni en 1997, abandona la dirección creativa para convertirse en embajadora global de la marca. Su legado, íntimamente ligado a la cultura pop, deja paso a una nueva etapa comandada por Dario Vitale, hasta ahora al frente de Miu Miu, el laboratorio creativo del universo Prada.
El relevo marca un cambio de rumbo: Versace se moderniza bajo una dirección más racional, más controlada, más Prada. Es una apuesta por la renovación sin renunciar al ADN provocador de la casa.
Un mensaje al mundo: el lujo habla italiano
En una industria dominada por el capital francés, la compra tiene también una carga simbólica. Prada envía un mensaje claro: Italia no solo crea, también lidera. El Gobierno italiano ha respaldado públicamente la operación, interpretándola como un acto de recuperación cultural en un mercado cada vez más globalizado.
La adquisición será financiada con una inyección de 1.500 millones en deuda, lo que revela la ambición de Prada por consolidar un polo de lujo 100% italiano. A corto plazo, se prevé una reorganización interna y una revisión de las estrategias de posicionamiento de Versace, que ha perdido tracción en los últimos años frente a rivales como Balenciaga, Gucci o Saint Laurent.
Pero a largo plazo, lo que está en juego es mucho más que una cuota de mercado: se trata del futuro del “Made in Italy” como marca global.