Poco más de cinco minutos caminando separan la bulliciosa plaza de Jamaa El Fna, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, con sus cientos de puestos de comida callejera, artistas de henna, músicos y acceso a los laberínticos zocos, de La Mamounia, el espectacular palacio con el que el rey Sidi Mohamed Ben Abdallah obsequió a sus hijos como regalo de bodas. Un auténtico oasis de paz, con infinitos jardines repletos de naranjos, olivos, cactus…, que deslumbra a los viajeros más exigentes que apuestan por disfrutar de su lujo en mayúsculas.
Ubicado dentro de las murallas del siglo XII, resulta impresionante comprobar cómo este referente hotelero se mantiene en la élite mundial del sector. La Mamounia derrocha opulencia. Si la llegada ya impacta, cruzar sus paredes es hacer un viaje al pasado en cada paso. Como el del aroma dulce y embriagador de cedro y naranja que la perfumista Olivia Giacobetti creó para el hotel.
Hace unos años se hizo una remodelación de este lugar que le aporta un toque de modernidad a sus 135 habitaciones, 65 suites, seis suites de excepción y tres riads completos. Su decoración Art Decó y orientalista impactan. Como también lo hacen las vistas de las cumbres nevadas del Atlas desde la habitación.
A lo largo de sus 100 años de vida, La Mamounia ha enamorado a miles de personalidades como Mandela, Bill Clinton... Alfred Hitchcock rodó El hombre que sabía demasiado en el vestíbulo y Sir Winston Churchill pasaba largas temporadas en los meses de invierno. Ahora, el Bar Churchill le hace un homenaje con su espacio ultra íntimo que emula a un lujoso vagón pullman forrado en roble ahumado con mármol negro tallado en el centro.
Nada mejor para celebrar este gran aniversario que hacerlo en el Salón de Thé donde el chocolatero francés más revolucionario de todos los tiempos, Pierre Hermé. Joyeux Anniversaire!
© La Mamounia