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ESTAMBUL FOR EVER

Llegar a Estambul es como convertirte en el actor de reparto de una gran ópera. Antigua cuna del Imperio Otomano, destino final de la ruta de la seda que unía medio mundo, y asentamiento de casi todos los imperios que cambiaron la historia de Eurasia para siempre. Es un sueño del que no desearías despertar nunca. Para visitar la ciudad, merece la pena llevar una pequeña libreta de apuntes y, por la noche, en la tranquilidad del hotel, investigar sobre la historia de todos los lugares, pues cada uno de ellos tiene una historia y un encanto especial.

Estambul es muy segura y sorprendente. Una vez allí, puedes hospedarte en un hotel de la zona antigua. Los hoteles de Sultanahmet tienen cierta magia, aunque es aconsejable reservar en alguna calle alejada del tranvía, ya que este funciona hasta las 00:00 h y arranca de nuevo a las 6:00 h. Te recomendamos especialmente el Four Seasons, el Albatros, el Eternity o el Golden Royal. Todos con un desayuno espectacular, dicho sea de paso.

La primera noche de tu llegada a eso de las 5:00 h te despertará un canto en árabe. Es la llamada a la oración en una de las ciudades más enigmáticas del mundo. Si haces deporte, enfúndate tus zapatillas y ve hacia el Parque Gulhane (el tranvía te lleva hasta la misma puerta). Hacer footing con la vista del Bósforo y casi todo Estambul, es una sensación indescriptible. Si lo bordeas, llegarás a otro maravilloso enclave: El Barrio de Eminönü, donde disfrutarás del puente de Gálata. Desde allí, y por menos de 1€, puedes coger cualquiera de los barcos que hacen la ruta de los barrios de la zona asiática.

Por otra parte, si eres goloso, ¡estás de enhorabuena!, pues los dulces turcos son sencillamente una exquisitez. La mezcla de la miel de Capadocia con los frutos secos de Asía Menor hacen que estas delicias milenarias sigan siendo una de las favoritas en la actualidad. Puedes probar la repostería típica en alguna de las pastelerías Hafiz Mustafá, que están abiertas desde el año 1864 y que han sabido modernizarse a la vez que mantienen la tradición. Cuentan que Agatha Christie terminó de escribir la novela Asesinato en el Orient Express degustando un pudín de esta famosa dulcería.

Además, te invitamos a perderte por los rincones de Eminönü hasta llegar a una de las 22 puertas que te adentran en el Gran Bazar de Estambul, donde cerca de 20.000 comerciantes te esperan para ofrecerte lo mejor de la artesanía turca. Es muy recomendable visitarlo e introducirte en las tiendas de accesorios realizados a mano con piedras semipreciosas, que vienen de Afganistán, el Kurdistán o Irán. Sugerimos salir del mismo por la puerta número cinco, dirigirte hacia Sultanahmet y buscar el restaurante-café Vamos Estambul. Allí encontrarás a Emin Nergiz, un enamorado de España, que te atenderá muy amablemente y te servirá auténtica comida de Anatolia y mediterránea a un precio muy económico.

Otra cosa que no puedes perderte es despertarte y coger un tranvía hasta Kabataş, cuando llegues encuentra el autobús que te lleva al Barrio de Beşiktaş, un lugar perfecto para adéntrate en sus calles y desayunar en una de las decenas de cafeterías de la zona. Es un barrio de gente alternativa, moderna, con estudios de tatuajes, con jóvenes skaters… Es como si te encontrases en otro Estambul. Hasta su música es diferente.

De vuelta a Kabataş puedes visitar el Palacio Dolmabahçe, que sustituyó al Palacio Topkapi como residencia de los sultanes desde 1856 hasta 1924, año en que se abolió el califato. Posteriormente, en 1984, se convirtió en museo, en el cual se mezclan los diferentes estilos y en el que el salón de recepción de invitados y el harem son dos verdaderas joyas.

Estambul es eterna. Sus barrios hay que caminarlos con tranquilidad porque siempre te sorprenderán. Tampoco dejes de ir al barrio de los pescadores, Kumkapi, y probar los pequeños restaurantes de pescado fresco, traído desde el mar de Mármara o dar una vuelta por el islámico y maravilloso barrio de Uskudar con sus decenas de mezquitas. La última noche que pases allí, tienes que visitar el hamam Cağaloğlu, que fue construido en 1741 por el Sultán Mahmut I. Estarás recordando el oloroso vapor y el masaje relajante por mucho tiempo…

De lo que no nos queda la menor duda es de que una vez que dejes Estambul, no pensarás en otra cosa que en volver. Es un destino para repetir todas las veces que quieras porque siempre será una obra de teatro diferente, con un atrezzo diferente, actores diferentes, y vivencias diferentes. Una buena fecha para hacerlo es en invierno con todos los minaretes nevados, o en septiembre donde puedes ver a miles de cigüeñas surcando el cielo para emigrar.

Fotos: Consejería de Información de la Embajada de Turquía en Madrid
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