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Abián San Gil©

El brillo entre las cenizas de La Palma

A las 15:12 horas de ayer, el corazón de Canarias quedó encogido. Lo que temíamos, pero nos costaba interiorizar, acababa de suceder y el infierno se abría paso en La Palma ante la mirada atónita de miles de vecinos que habían evacuado sus viviendas tras comprobar que los terremotos no daban tregua en Cumbre Vieja.

Todos recordaremos el domingo 19 de septiembre de 2021 como el día en que toda Canarias volvió a ser una frente al televisor. Fuimos testigos, y seguimos siéndolo, de un momento histórico para el Archipiélago, pero sumamente doloroso para los que les ha tocado vivirlo de primera mano. Esta vez, el culpable no es uno de los desoladores incendios que acostumbra a castigar periódicamente a la Isla Bonita, sino un poderoso volcán que no tiene misericordia con el trabajo de toda una vida de decenas de personas que han perdido sus casas en la voracidad de la lava.

Y, aunque muy poco se puede hacer para consolar la pérdida de un hogar, Canarias ha demostrado ser una vez más un bastión de solidaridad en el que todas las islas se unen ante la adversidad y miles de ciudadanos ofrecen ayuda a los afectados. Porque unidos somos más fuertes y, si hay algo que caracteriza a los palmeros, es la resiliencia.

En momentos así, nuestro corazón se llena de sentimientos que nos cuesta ordenar. Sentimos desasosiego por quienes les ha tocado sufrir la bravura de la madre naturaleza, pero también asombro y hormigueo en el estómago por ser testigos de un acontecimiento que perdurará en el patrimonio natural de Canarias y que nos recuerda la singularidad de nuestras islas. Un momento difícil, pero que nos deja imágenes para los anales de la historia del Archipiélago, que es una auténtica mina de oro para los expertos para mejorar las investigaciones sobre las erupciones volcánicas canarias.

No será hasta que finalice la erupción cuando terminemos de darnos cuenta de que este episodio marca un antes y un después en la historia de La Palma, haciendo aún más valioso su ya preciado legado natural. Estamos seguros de que, cuando la naturaleza vuelva a dormir, la Isla Bonita brillará con más fuerza que nunca. Porque es un brillo que nada ni nadie puede apagar. ¡Mucho ánimo, palmeros! 

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