A todos nos encanta darnos un refrescante baño en el mar, hacer un poco de snorkel y admirar los llamativos colores de los pececillos que nadan junto a nosotros o disfrutar de una manada de delfines saltando en la superficie. Pero quién no se ha topado haciendo alguna de estas actividades con una bolsa de plástico, un bastoncillo de oídos o una botella flotando.
Un nuevo estudio publicado por la revista Nature Communications ha descubierto que hay muchísimos más residuos de plástico en el Atlántico de los que imaginábamos. En vez de los aproximadamente 17 millones de toneladas con los que se especulaba hasta ahora, se ha demostrado que hay algo más de 200 millones, es decir, diez veces más de lo que se había calculado.
El problema no es sólo aquel plástico que si vemos. Los estudios realizados durante los últimos 65 años no habían tenido en cuenta los residuos más pequeños. Estos microplásticos, provenientes muchas veces de productos a priori inofensivos como geles exfoliantes o pastas de dientes, son tan minúsculos que no peden ser filtrados por ninguna depuradora y van directos de nuestros lavabos al mar.
Por si fuera poco, no solo ensucian las aguas que bañan nuestras costas, sino que también afectan directamente al ecosistema marino. Confunden a las larvas de los peces con el zooplancton del que se alimentan, a las aves que han de dar de comer a sus polluelos o a seres filtradores como los percebes. Se calcula que más de 600 especies se alimentan por equivocación con estos pequeñísimos fragmentos.
Sin lugar a dudas, este es uno de los problemas medioambientales más graves a los que se enfrenta nuestra sociedad, acostumbrada al uso indiscriminado del plástico. Desde 1950 se han producido más de 6.000 millones de toneladas de este material y si no cambiamos nuestros hábitos de consumo, difícilmente podremos seguir buceando con esos pececillos de colores que tanto nos gusta ver o disfrutar de aquellas grandes manadas de delfines que surcan los mares.