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Cuando Japón se tiñe de rosa: el Hanami

En Japón, la llegada de la primavera se vive de manera diferente. Esto se debe a la gran importancia que tienen los cerezos en el país nipón, la cual se remonta a siglos atrás. De hecho, la admiración de los japoneses por ellos es tal que hasta tienen su propia tradición, el Hanami.

Durante la temporada de primavera, los japoneses tienen la costumbre de contemplar los cerezos en flor y, mientras lo hacen, suelen reunirse en parques y jardines para pasar el día festejando al pie de estos majestuosos árboles.

Parece algo simple, pero la verdad es que el origen del Hanami tiene raíces religiosas y muy antiguas. En ese entonces, los cerezos se consideraban como seres sagrados, hasta el punto de creer que las almas de los dioses residían en su interior. Se pensaba que los dioses abandonaban los cerezos cuando estos ya habían florecido, con el fin de transformarse en arrozales y hacer posible la producción de arroz. Curioso, ¿verdad? Pero esto tiene una explicación, ya que la floración de los cerezos coincide con la época de plantación de arroz. Pues marca el inicio de la primavera.

No obstante, con el paso del tiempo, esta tradición fue perdiendo su carácter religioso para convertirse en toda una celebración que reúne a miles de japoneses cada año. 

Algo llamativo de esto es que el Hanami también se llegó a relacionar con la clase samurái. Pues la efímera vida de las flores de los cerezos se asemejaba a la de los guerreros, quienes se decía que al realizar el ‘sepukku’, comúnmente conocido como harakiri, derramaban su sangre sobre las flores caídas, dándoles así su tonalidad rosada.

Al igual que las flores, los samuráis emprenden su viaje dejando atrás una vida que muchos diríamos que aún estaba en todo su esplendor. Pero su código ético entiende este acto como algo mucho más complejo. No se trataba de un simple suicidio, sino de morir con honor.

Por ende, la presencia del Hanami en Japón dota a la primavera de un valor realmente especial, tanto por la belleza que desprende como por la larga historia que arrastra esta costumbre. Asimismo, el proceso de floración termina por traducirse en un verdadero y suntuoso espectáculo para la vista que, sin duda alguna, resulta digno de contemplar.

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