Más allá del tópico sol y playa, los todo incluido y las invasiones extranjeras, las Islas esconden verdaderas joyas rurales. Alejarse de las comodidades de las zonas turísticas y la visita de los pueblos isleños, que se encuentran entre sus playas y volcanes, supone conocer la gastronomía y artesanía local, así como el desarrollo de un turismo más sostenible. Los que vivimos en ellas estamos condenados a estar enamorados de la unicidad isleña para siempre. Pero, por si existe alguna posibilidad de que aún no lo estés, te traemos rincones que se ganarán tu corazón de inmediato.
Mogán
Allí donde las buganvillas recorren las fachadas de las casitas blancas con detalles a color y los canales atraviesan sus calles se encuentra un pueblo grancanario lleno de encanto. La pequeña Venecia, tal y como lo llaman, esconde, entre tanto color, numerosas tiendas artesanales y restaurantes que no solo te quitarán el hambre, sino el hipo. ¿Que por qué? Porque Mogán aguarda una estrella Michelín otorgada este 2020: Los Guayres. En él, el chef Alexis Álvarez te sube a bordo de un viaje gastronómico a través de una experiencia sensorial y culinaria única, donde reinterpreta los sabores clásicos de la cocina canaria.
Buen clima, gastronomía y, por supuesto, playas. Este pueblo pintoresco es una parada obligatoria para todo aquel que visita la isla capitalina. Asimismo, cuenta con una gran oferta de deportes acuáticos que podrás disfrutar durante el día: Desde snorkel hasta paseos en veleros. O bien, inmortaliza la postal que ofrecen las casas de poca altura y las embarcaciones de colores del puerto tradicional.
Garachico
Al son de las olas del mar y la brisa costera, frente a las placenteras piscinas naturales y entre los estrechos pasadizos que abrazan aquellas casas de colores. Garachico es un lugar mágico, que invita a coger el bañador y sumergirte en las aguas que rodean al imponente Monumento Natural del Roque de Garachico. Después de saltar, nadar y disfrutar del microclima isleño, ¿qué se puede hacer? Conocer la cocina garachiquense de la mano de los chipirones rellenos o el pisto balear de Casa Gaspar, situado detrás del antiguo campo de fútbol y actual parking público.
Saca el móvil, la cámara o con lo que sea que actualizas tu perfil de Instagram. Probablemente coincidas con una avalancha de personas a la espera de la foto la escultura que se alza sobre el espigón. Tensei Tenmoku es el título de la obra del escultor japonés Kan Yasuda que se ha convertido en símbolo icónico del pueblo costero. Y, para terminar, un capricho: el postre. No puede ser de otra manera que disfrutando de uno de los numerosos helados artesanales que elaboran en la heladería El Abuelo. ¡Que aproveche!
Famara
Después de ver el paisaje, la marea y los impresionantes riscos de a la que muchos denominan la niña bonita de Lanzarote, entendemos el afán que sentía César Manrique por la localidad de la Isla. Y es que este pueblo portuario con sus casitas de carpintería azul y las calles sin asfaltar nos ha ganado por completo.
La Caleta de Famara invita a despedirte de la época estival de la forma más dulce posible: comiendo un excelente pescado fresco entre callejones de arena, a la sombra del Risco que se tiñe de tonos rojizos y anaranjados cuando se despide el sol, y darte un baño a los pies del macizo. ¿No te has enamorado aún?
Los Sauces
Con el cultivo del plátano y el azúcar como principales motores de su economía, se encuentra el pueblo de los ñameros. Al pie de los Nacientes de Marcos y Cordero y entre el espesor de laurisilva del Bosque de los Tilos se encuentra la fusión de la vegetación palmera de Sauces y el pueblo pintoresco de San Andrés, que linda con el Océano Atlántico. Casas rodeadas de palmeras con tejados de tejas de arcilla y arquitectura tradicional con gruesos muros de piedra y barro. ¿Existe algo más canario?
Visitar las pinturas renacentistas de la Iglesia de Los Sauces, darte un baño en el Charco Azul o recorrer el paseo marítimo. Tenemos claro que la localidad noreste se hace a todos los gustos.
San Sebastián de la Gomera
Se paró el reloj. A pesar de que esta vez hablemos de una capital, todo lo que ofrece la Gomera es tranquilidad. ¿Un break de la aceleración de la ciudad? Este es tu sitio. Terraceo y paseos entre sus casas de colores y balcones de la Calle Real que te harán desconectar y disfrutar del final del verano.
La Isla tiene bastante que ofrecer, como la Casa Bencomo, una coqueta casa tradicional del siglo XIX donde se explica el origen geológico y vida local de La Gomera, o la Ermita de San Sebastián. Aunque, ¡ojo! Ten siempre el bañador a mano por si caes en la tentación de darte un baño.
El Cotillo
Su esencia marinera y sus extensas playas vírgenes hacen que El Cotillo sepa a verano todo el año. Desde los tradicionales barquitos que decoran el puerto donde se retrata a los pescadores descargando la captura del día hasta el Museo de la Pesca a la luz del Faro del Tostón. La tradición marítima se ve reflejada en cualquier recoveco del pueblo.
Este rincón pesquero, situado en la costa oeste de Fuerteventura, ofrece los mejores restaurantes para disfrutar de la gastronomía majorera con espectaculares vistas a la Isla. Pulpo, calamares o viejas acompañados de papas arrugadas con mojo o queso tradicional de la tierra majorera. Al mantener su encanto tradicional y tranquilidad, El Cotillo se ha convertido en un pueblo de sensaciones. Por ello, no solo hay que visitarlo, sino vivirlo.
Tiñor
Bien se dice que los herreños viven a otro ritmo marcado por la calma, pero en este pueblo el dicho se intensifica. Tiñor, un pueblo de postal y el más pequeño de la isla de El Hierro. El color ennegrecido de sus casas por la roca volcánica y el contraste que se produce con alguna otra de color blanca inmersivas en un entorno natural hace que el ambiente del pueblo cercano a Valverde sea completamente especial.
Su escondite tras una ladera y su cercanía la capital hace que sea perfecto para disfrutar de la tranquilidad de la Isla y el movimiento de la ciudad. Coge la cámara y recórrete sus callejuelas. ¡No te arrepentirás!