La puesta de sol es un momento mágico. Ver como el astro rey desaparece por la línea del horizonte coloreando el cielo y las nubes con intensas tonalidades, siempre nos ha fascinado. Si a eso le sumas enclaves especiales, obtendrás una fusión maravillosa que se convertirá en un momento difícil de olvidar. Tenerife cuenta con infinidad de ubicaciones llenas de contrastes donde deleitarse con los mejores atardeceres. Espacios muy diferentes en los que disfrutar del final del día. Estos son nuestros favoritos.
Punta del Hidalgo
Perteneciente al municipio de La Laguna, es uno de los sitios más místicos de la isla. Su apacible ambiente, su buen rollo y su carácter local hacen de este emplazamiento un lugar especial. Su oscura costa de roca volcánica alberga cientos de charcos en los que pasar una buena jornada. Cuando se pone el sol, el cielo se pinta con una gran variedad cromática de rojos, naranjas, amarillos incluso malvas. Si tienes suerte y la marea esta baja, todas las pozas llenas de agua marina reflejarán esos vivos colores creando escenas impactantes. Por si fuera poco, en los días despejados se puede ver toda la costa norte y el Teide coronando la isla. Si lo prefieres, puedes disfrutar de esta maravilla en cualquiera de sus terrazas degustando una buena ración de camarones.
Playa de Benijo y Playa Fabián
Uno de los lugares favoritos de los fotógrafos y una de las pocas playas casi vírgenes que quedan en Tenerife. Situada al Noreste de la isla y dentro del Parque Regional de Anaga, este enclave, de finísima arena negra, esconde uno de los atardeceres más bellos. Sus imponentes roques dentro del mar, que emergen como castillos de entre las aguas, cobran aún mayor protagonismo con los últimos rayos del sol. La luz es tan especial, que es habitual ver a última hora alguna sesión fotográfica. Eso si, hay que tener especial cuidado con los mares que bañan las costas de Anaga pues sus fuertes corrientes pueden darnos algún que otro susto.
Punta de Teno
En la parte más occidental de la isla y dentro del Parque Rural de Teno se encuentra esta recóndita zona. Los fines de semana tiene un aforo limitado por su vulnerabilidad y su difícil acceso. Aguas cristalinas llenas de vida bañan estas abruptas y escarpadas costas. Hacia el sur se alzan los majestuosos acantilados de Los Gigantes y hacia el oeste la isla de La Gomera. Tan sólo el mar nos separará de la lejana línea del horizonte por la que se ocultará el sol. Por si fuera poco, el característico faro rojo y blanco de piedra le dará un toque extra de encanto a esta ubicación. Piedra que por cierto, se trajo desde la Gomera, pues era más fácil transportarla desde la isla vecina que desde el norte de Tenerife.
Cañadas del Teide
Más que por la propia puesta de sol, que no se ve desde dentro de las Cañadas, lo más impactante de la luz de los últimos minutos del día es que produce un importante cambio de tonalidad en sus inmensas paredes. El color naranja amarillento característico de los altos muros que flanquean el alto de Guajara, se tornan en una viva gama de rojos, intensos, como si de fuego se tratase. Si te desplazas más hacia el oeste, por el mirador de las Narices del Teide, puedes disfrutar de un espectacular atardecer. En los días más despejados, se pueden ver La Gomera, La Palma y el Hierro. Aunque por supuesto, si tienes ganas y fuerzas suficientes, desde el pico del Teide experimentarás uno de los atardeceres mas mágicos de tu vida. Ver la colosal sombra del Teide sobre la superficie terrestre no tiene precio. Es la más grande del mundo proyectada sobre el mar.
Mirador de Jardina
Situado en la subida desde San Cristóbal de La Laguna hacia la Cruz del Carmen, esta maravillosa ‘terraza’ tiene unas vistas privilegiadas hacia gran parte de la isla. Desde ella se pueden llegar a ver ambas faldas de la dorsal, Santa Cruz, la Laguna y como guinda del pastel, vigilante desde la altura, el Teide. Rodeados por la laurisilva de Anaga, disfrutaremos de bonitos atardeceres, especialmente si hay mar de nubes en la zona norte de la isla.