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Keith Haring: la voz del arte callejero

Su carrera, como su vida, fue demasiado corta, pero de una intensidad increíble. Pocos pueden esperar conseguir en cinco décadas lo que Haring logró en una. 

Keith Haring nació el 4 de mayo de 1958. Sus padres se llamaban Joan y Allen y era el mayor de cuatro hermanos y el único hijo varón de la pareja. Creció en Kutztown (Pensilvania) y desde pequeño se interesó por el arte, inspirado por su padre, que era dibujante. Durante la rebeldía de la adolescencia, sus progenitores y su orientador lo convencieron para ir a la Escuela de Arte Publicitario de Pittsburgh, donde, según comentó Haring, conoció a gente muy infeliz: “Decían que solo estaban allí para conseguir un trabajo mientras hacían su arte en secreto, pero en realidad eso no era así; habían perdido su propio arte. Dejé la escuela”.

Su curiosidad insaciable por otros artistas le despertó el interés por la gran ciudad. “Quería intensidad para mi arte y para mi vida. El único lugar al que sentía que debía ir era Nueva York”.

Allí se matriculó en la Escuela de Artes Visuales y encontró una floreciente comunidad de arte alternativo que no se desarrollaba en galerías y museos, sino en las calles y en el metro. Cautivado por la energía, su círculo social creció y Haring se hizo amigo de personas como Jean-Michel Basquiat y Kenny Scharf. 

El metro: el primer y eterno amor de Haring

Su arte empezó en la calle, en concreto, en el metro de Nueva York. En 1980, Haring se dio cuenta de que, cuando los paneles publicitarios de las estaciones de metro no se vendían, se tapaban con papel negro, así que salió, compró tiza blanca y empezó a dibujar. Entre 1980 y 1985, produjo cientos de dibujos y consiguió un grupo de seguidores formado por gente común que se detenía a verlo en acción. Más adelante, incluso cuando su arte se vendía por cantidades considerables, siguió escapándose al metro siempre que tenía oportunidad y llegó a hacer 40 dibujos en un día. 

Acostumbrado a que lo detuvieran, Haring admitió que sus dibujos eran sencillos y rápidos, porque miraba de reojo todo el tiempo para que no lo pillaran. Por supuesto, según fue ganando popularidad, arrestarlo por vandalismo era cada vez más difícil. De hecho, poco después de terminar su icónico mural Crack is Wack (El crac es una porquería) en Harlem, lo detuvieron y se enfrentó a una pena de hasta un año de cárcel. Como el mural se había convertido en un éxito de la noche a la mañana, la comunidad local corrió a defenderlo. ¿El resultado? Una multa de 100 dólares.

Por desgracia para Haring, con el aumento de su fama, sus dibujos en el metro comenzaron a desaparecer. “Dibujaba en el metro y dos horas más tarde mis obras ya no estaban. Se las llevaban para venderlas”.

Activismo accesible

Como usaba colores vivos y trabajaba de forma divertida, no se apreciaba que el arte de Haring tenía un objetivo claro: destacar los acontecimientos políticos y sociales mundiales de la época, como el apartheid, el consumo de drogas, el racismo, los derechos LGBTQ, el capitalismo o la epidemia de sida, que, por desgracia, se llevó la vida del artista.

Entre 1980 y 1989, Haring ganó reconocimiento mundial y participó en numerosas exposiciones. En menos de ocho años, entre 1982 y 1989, creó más de 50 obras de arte públicas en todo el mundo, muchas de las cuales fueron para hospitales, centros de infancia y organizaciones benéficas. También lo invitaron a pintar una parte del Muro de Berlín, y accedió. 

Aparecía en revistas de todo el mundo, le pedían innumerables entrevistas en televisión y tenía una fila de gente deseando trabajar con él, como Andy Warhol, David Bowie, Vivienne Westwood, Grace Jones, Yoko Ono y Madonna. 

Cuando sus obras comenzaron a encarecerse en el mundo del arte, Haring abrió su famosa Pop Shop en 1986, donde vendía una selección de productos a precios asequibles. ¿Su motivación? Que el arte fuera accesible para todo el mundo. 

“Mi red de apoyo no está formada por museos y conservadores, sino por gente real. Y eso es bueno porque siempre he tratado de evitar esas sandeces”.

Artista hasta el final

Un año después de que le detectaran sida en 1988, fundó la Keith Haring Foundation, que presta apoyo y financiación a organizaciones contra esta enfermedad. A pesar de su diagnóstico, Haring mantuvo una actitud optimista hasta su trágica muerte el 16 de febrero de 1990. Su última obra, Unfinished Painting (Dibujo sin terminar), es un homenaje muy apropiado para este genio.    

De todos los artistas en los que se inspiró, Haring admitió que le conmovió de forma especial la idea de Christo de que el arte podía llegar a todo tipo de personas. 

“Recuerdo que, un día, un chico que veía cómo dibujaba en el metro me preguntó: ‘¿Por qué haces esto?’ y yo respondí: ‘Lo hago para ti’, porque así es”. 

Gracias, Keith. 

 

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