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Foto: Juanlu Real

Mónica López: “Tengo el mundo real a mi alrededor”

A Mónica López (Las Palmas de Gran Canaria, 1969) no le gusta dar entrevistas ni aparecer constantemente en los medios porque entiende que su trabajo se hace mejor desde el anonimato y así, entre otras cosas, puede tener libertad para seguir viajando en guagua, como una trabajadora más. Porque ella es eso: una trabajadora incansable que solo aspira a aprender cada día para ser mejor actriz. Lo de ser una de las mejores intérpretes españolas de su generación ya lo ha conseguido, pero tal vez ya no le resulte tan fácil pasar inadvertida. La culpa la tiene el éxito conseguido con las series de televisión Hierro y Rapa.

Me gustaría empezar hablando de cómo fue tu salto de Las Palmas a Barcelona y por qué elegiste esa ciudad para establecerte y no Madrid, que hubiese sido lo más lógico.

Cuando se abrió el Centro Insular de Cultura en Las Palmas, vino a dar clase una profesora de voz maravillosa, Concha Doñaque. Era el año 86, yo tenía diecisiete años y cuando le conté que quería ser actriz e irme a Madrid a estudiar teatro, ella, que daba clases allí, me dijo que no fuera a Madrid que en aquel momento era un caos, y que, si yo no tenía problema en aprender otro idioma, que me fuera a Barcelona. Y así hice. Presenté mi solicitud para acceder a las pruebas del Instituto del Teatro y allí me dijeron que podía presentar un monólogo en castellano y otro en catalán para comprobar si yo tenía oído para aprender el idioma. También te tengo que confesar que en esa época vi un documental sobre cómo Josep Maria Flotats había creado el espectáculo Cyrano de Bergerac, que en Barcelona fue algo histórico, y me volvió loca y me convencí de que tenía que venir aquí, porque en aquel momento se hacía muy buen teatro en Cataluña.

Foto: Juanlu Real

¿Crees que el haber tomado esa elección ha limitado tu carrera a la hora de hacer trabajos con mayor repercusión mediática o tiene que ver más con otros condicionantes?

Yo solo quería aprender el oficio y, si la mejor escuela estaba en Barcelona… En esa época no teníamos tanta presión para ser primeros artistas, por suerte. Yo quería estudiar bien con los mejores profesores que pudiera encontrar y creo que acerté. Ahora, tal vez, si podría decirte que Cataluña se ha aburguesado un poco y que están pasando cosas más interesantes en Madrid. Pero también te tengo que confesar que en Madrid soy muy feliz cuando voy un mes o dos por un rodaje, pero más tiempo me ahoga porque no puedo vivir sin el mar. Si un día no puedo salir de un rodaje o del teatro y coger mi moto para ir a la playa y ver el horizonte, me pongo mala. Cuando voy a trabajar a Madrid, me digo que tengo que estar allí porque hay cosas muy interesantes, pero me conformo con ir una temporada y volver.

Has ganado el premio Max a la mejor actriz de teatro por ‘De què parlem mentre no parlem de tota aquesta merda’, pero desde tus inicios, a principios de los 90, has hecho muchos trabajos en catalán, tanto en teatro como en televisión. Imagino que al principio no debió de ser fácil resultar creíble hacer teatro, que exige tanto, en una lengua que no es la tuya…

Sí, pero la juventud es tan atrevida, ¿verdad? Yo venía del Colegio Alemán, con tres idiomas. Aquí aprendí el cuarto. Realmente no fueron tan difíciles los inicios. Aunque llevo treinta años en Cataluña y el catalán es mi segunda lengua, yo sigo pensando en castellano y con mis amigos hablo en castellano. Tengo una costumbre muy maniática: cuando voy a estudiar un nuevo texto en catalán, me pongo todos los fonemas debajo para que no se me escape la pronunciación correcta. Cuando tenemos la suerte de que esa obra se va a Madrid, lo disfruto más porque el castellano es mi idioma y ya tengo que dejar de pensar y la voz se me pone en mi tesitura natural, más grave, porque el castellano y el canario son más graves que el catalán. Por eso, cuando una obra que hacemos aquí va a hacer carrera por España me pongo muy contenta porque creo que voy a hacer la función mucho mejor porque dejo de pensar. Y a mí, los actores que me gustan son los que no piensan.

El haber ganado el Max con esta obra, ¿crees que te facilitará trabajar más en teatro fuera de Cataluña o en España los premios no tienen ese poder?

Estoy muy agradecida por el premio que, además, creo que es el más bonito. Esa manzana con la máscara… Y estoy muy contenta de haberlo ganado. Se lo llevé a mi padre, que le hizo mucha ilusión. Me ha pillado un poco mayor para creerme nada. Recuerdo a una gran actriz que, después de ganar un premio muy importante, estuvo tres años sin trabajar. A veces ocurren estas cosas. Para mí, el mejor premio es trabajar y yo, ese, lo recibí hace mucho tiempo. Yo tengo el mundo real a mi alrededor. Soy de una promoción del Instituto del Teatro en la que había muchas mujeres, muchas amigas de mi edad, que no trabajan. Y esto es la vida real. A mí, de repente, me ha tocado la lotería con 53 años de hacer más audiovisual que nunca y, encima, me dan el Max con una obra de teatro cómica, que yo nunca he sido cómica. Estoy muy agradecida y muy contenta, pero pensando en aprovechar el tirón porque vete a saber si me dan más trabajo. Lo mejor ha sido recibir las felicitaciones de gente que me quiere y a la que quiero. Pero más allá de todo esto, no sé si me va a dar la oportunidad de escoger mejor o de subir mi caché. No lo creo porque yo no juego a venderme, a hacer entrevistas, a hacerme fotos, a colgar cosas en las redes sociales… Creo que no me va a pasar. Estoy trabajando desde el anonimato, que pienso que es la mejor forma de trabajar para una actriz o un actor porque así no te vicias ni cansas a la gente.

¿Nunca te han dado la oportunidad de traer un montaje teatral a Canarias?

Jamás, y mira que me gustaría. Que me escogieran para la serie Hierro sí que me cambió la vida porque yo vivía un poco como una impostora. Aquí, en Cataluña, yo soy catalana y cuando voy a Madrid me dicen “cuidadito con ese acento catalán que tienes, que se te nota mucho”. Y yo no hablo así, lo que pasa es que aprendí el castellano en Barcelona y es posible que la musicalidad se parezca al catalán, pero yo soy canaria. Y todo el mundo flipa. Así que el volver a Canarias a trabajar, por primera vez en mi vida y en mi idioma, tú no sabes lo que fue. Yo les pedía a los actores canarios que me dijeran si mi canario sonaba extranjero. Y además en El Hierro, dónde se habla ese canario tan bonito, que parece más castellano, con las eses más sonoras… Fue maravilloso. De hecho, gracias a Hierro, he hecho Rapa. Yo llevo treinta y tantos años en Cataluña, tengo mi vida y mis mejores amigos aquí, pero esos meses en El Hierro me hicieron replantearme el que algún día volviera a vivir en las islas y antes ni había pensado en volver. Te juro que cambió la perspectiva de mi vida. Yo me siento un poco desconocida en Canarias, pero lo entiendo porque hice una inmersión total en Cataluña.

Foto: Juanlu Real

Tus dos primeras películas importantes fueron ‘Todo es mentira’, de Álvaro Fernández Armero, y ‘Los peores años de nuestra vida’, de Emilio Martínez Lázaro, ambas de 1994. Pero luego, durante años, no hubo una continuidad de trabajos en el cine. ¿No te gustaba lo que te ofrecían o no llegaron más ofertas?

Sí que me ofrecieron, pero siempre he tenido muy claro que cuando veo que algo no lo puedo hacer, digo que no. Cuando hay algo que no me va, tengo la capacidad de decir “no, aquí voy a sufrir”. Ahora, por ejemplo, me han vuelto a ofrecer una serie interpretando otra vez a una guardia civil. Llevo ya seis guardias civiles y no voy a hacer otra. Voy a esperar, voy a ser paciente. Vale la pena esperar. Igual me sale mal el tiro, pero hay que saber decir que no. Además, así se reparte mejor el trabajo, que es algo que también tengo muy claro. Siempre parece que trabaja la misma gente y pienso que es mejor que se reparta, no solo por ética, sino también por respeto al espectador. Es imposible que alguien que haga todos los protagonistas no acabe repitiéndose. Intento ser consecuente con lo que pienso. Creo que es algo que deberíamos hacer todos. También es verdad que rechazar papeles no lo puede hacer todo el mundo, y yo eso lo entiendo.

¿Crees que el haber sido la protagonista de ‘Intacto’, el primer largometraje del director tinerfeño Juan Carlos Fresnadillo, volvió a ponerte en el foco de atención?

No, porque pasé muy inadvertida. Me quedó grande la película, me quedó grande el papel y lo hice yo como lo pudo haber hecho cualquier otra actriz. No supe sacarle el jugo a ese momento. Pero también tengo que confesar que tampoco quería, porque yo en ese momento me estaba haciendo como actriz de teatro y esa fue una película muy potente, con Leonardo Sbaraglia, con Eusebio Poncela, con Max von Sydow… Se estrenó por todo lo alto, pero yo no fui feliz. Yo quería volver a mi teatro y hacer funciones cada noche y aprender, aprender y aprender. No lo disfruté, la verdad. Ahora la veo y pienso qué bien, qué buena película, qué bueno haber estado en ella y la recuerdo con mucho cariño y mucho respeto. Pero creo que no me lucí nada, con lo cual nadie se acordó de mí. Aprendí la técnica, a moverme delante de la cámara, porque tenía un papel protagonista, pero no aprendí a construir un personaje. No le estoy echando la culpa a nadie, salvo a mí. Me pilló muy verde y no fui lo suficientemente ambiciosa.

Pues tu interpretación fue de lo que más me gustó de la película.

¿De verdad? ¡Qué fuerte! Ya te digo, yo siempre tuve la sensación de que me venía grande, que no tenía ni idea. Y luego estaban esas cosas del cine, porque Max von Sydow llegó y lo protegieron como la gran estrella que era. Estaba siempre en su roulotte, con su mujer, y nadie tenía acceso a él. Cuando llegó aquella escena rodada en el Llano de Ucanca (Tenerife), cuando nos matamos el uno al otro, yo hice mi plano mientras él estaba en su roulotte y cuando él rodó el suyo a mí me echaron del set y no sabía por qué. Pero yo me colé y me puse entre las cámaras para que él me pudiera ver. Claro, él también era actor de teatro, me miró y me sonrió. Y cuando acabó el plano vino a agradecerme que me hubiese metido entre las cámaras. Me habló en alemán y yo sé alemán, acabé en su roulotte el último día de rodaje y pensé “¿por qué nos han privado a dos seres humanos de estar, aquí, charlando?”. Después nos encontramos en el Festival de Teatro de Aviñón y se acordaba de mí y me dijo “tú eres la actriz que se puso entre las cámaras para que yo pudiera mirar a algo que no fuera el aire”. La gente muy grande es muy normal.

¿Y ahora? ¿Tienes la sensación de que eso sí ocurrirá después de la visibilidad que te han dado tus trabajos en ‘Hierro’ y en ‘Rapa’?

Sí, creo que sí, porque ya me está pasando. Pero también tengo el convencimiento de que todo esto es tan efímero que durará un tiempito y ya está. Así que voy a intentar disfrutarlo. Si puedo escoger mejor, escogeré mejor. Si puedo cobrar un poquito más, cobraré un poquito mejor. Me haré valer, pero no porque yo crea que soy importante, sino porque llevo treinta años trabajando en esto. Pero yo sé que esto también pasará, que la lucha no acaba y que hay que seguir peleando por un mínimo de dignidad en el trabajo, porque si no eres famosa, no eres nadie. Y como yo nunca he sido famosa, en algunos sitios me han tratado muy mal.

La acción de ‘Hierro’ se desarrolla en Canarias y la de ‘Rapa’ en Galicia. ¿Cómo dirías que es la sociedad canaria y cómo es la gallega después de haber trabajado en estas dos series de los hermanos Coira?

Cuando rodé Hierro me sorprendió que casi todo el equipo técnico y de producción fuese gallego y pensé en cómo iban a cuadrar canarios y gallegos. Y me sorprendió mucho todo lo que nos une: ese Atlántico embravecido de Galicia, los Alisios canarios… Con todo lo distantes que somos en carácter, me sorprendió muchísimo la conexión que hubo. Luego, los Coira tienen esa habilidad, que les ha funcionado tan bien en Hierro y en Rapa, para contar historias universales ambientadas en sociedades pequeñas. En Hierro pasaba todo en La Restinga y en El Golfo. En Rapa han escogido un pueblecito de la parte menos conocida de Galicia. Hubo algo que tanto en Hierro como en Rapa me volvió loca, que son los actores canarios y los actores gallegos y su calidad humana. A pesar de que lo tienen tan difícil para sobrevivir en este oficio, todos eran muy conscientes de que lo importante no era su papel, sino la historia. Y esto fue muy guay, porque a veces eso se olvida en un mundo tan individualista como éste, en el que la mayoría va a rodar su parte y se va. Pero aquí, no. Aquí hubo una conciencia muy importante de que todos, tanto protagonistas como secundarios, éramos un colectivo que estábamos contando la misma historia. Y eso lo da la convivencia en los hoteles, el tomarnos luego una cerveza. Es un tipo de actor más empático con el otro, el actor o la actriz que sabe y valora que, si tú estás bien, yo también lo estaré. Y esto lo sabe todo el mundo, pero no todos lo ejercen. Eso me pasó tanto en Hierro como en Rapa y ha sido lo mejor de ambas series, los actores canarios y los actores gallegos.

Rapa’ es una serie en la que el espectador va un paso por delante de los investigadores y por una vez deseas que la persona culpable salga indemne. A mí, al menos, me pasó. Y eso me lleva a pensar si es un reflejo del malestar que existe en gran parte de la sociedad española que ve cómo parece que hay una justicia para los poderosos –a los que se les archivan las causas judiciales- y otra para los pobres.

Ojalá pasé lo que dices. A mí me encantaría que la gente que vea la serie —que es un entretenimiento y un thriller rodado en un paisaje muy bonito— apreciara ese detalle que tú apuntas. Lo que más me gusta es eso que has dicho, que desde el principio se sepa quién fue y que el espectador sepa un poco más que nosotros, porque así el público está un poco más activo y está todo el rato frustrado cuando nos equivocamos de camino. Y que todo el chanchullo político que se desencadena con la muerte de la alcaldesa y cómo funciona la justicia ojalá sirviera para que al espectador le sonara una campanita en el cerebro y decidiera salir más a la calle para protestar por estas cosas.

Es curioso que tus trabajos más conocidos por el público hayan sido ‘thrillers’, como en las películas ‘Que Dios nos perdone’ o ‘El reino’ y la serie ‘Antidisturbios’, todas de Rodrigo Sorogoyen, o en las series ‘Hierro’ y ‘Rapa’. Personajes aparentemente duros, pero que también esconden cierta fragilidad ¿Los responsables de la ficción se mueven por estereotipos? Quiero decir, ¿el tener un físico determinado hace que te vean más en un tipo de papeles y no en otros?

Seguro que sí porque yo, en teatro, estuve durante muchos años haciendo mujeres fuertes. Hasta que alguien me dio un personaje de mujer frágil y vulnerable, nadie vio que yo podía hacer esos papeles. De hecho, en mi vida yo soy más vulnerable que fuerte. Pero bueno, como doy esa imagen por mi estatura y aparente fortaleza…

A pesar de esa imagen que das, de todos tus trabajos que yo haya visto el que más me gusta es, precisamente, el de la mujer frágil e infeliz en el drama intimista y generacional ‘En la ciudad’, una película que dirigió Cesc Gay y por la que fuiste candidata al Goya a la mejor actriz de reparto.

Sí, ¡qué película tan bonita!, pero también muy triste. Mientras la rodábamos no éramos muy conscientes de lo que estábamos haciendo. Cesc nos juntó a un grupo de amigos porque, por ejemplo, con Vicenta N’Dongo había compartido piso; con Àlex Brendemühl había viajado por el mundo; con Chisco Amado había hecho excursiones; veinte años atrás yo había tenido un novio que era el mejor amigo de Eduard Fernández… Todos nos conocíamos. Y mientras estábamos rodando, Cesc nos iba cambiando los diálogos, nunca nos dejaba acomodarnos. Me daba indicaciones como “¿qué es lo que escondes?”, “esto no lo digas muy claro”, “esto no se lo digas mirándolo a los ojos”. Éramos un grupo de amigos que nos juntamos para hacer algo, pero nunca tuvimos la sensación de estar rodando una película. Su éxito se debió a la inteligencia y sutilidad de Cesc Gay para dirigirnos sin que nos diéramos cuenta. Cuando yo la vi, pensé en lo bien que describe la ciudad de Barcelona, a esa burguesía que no se comunica, que no dice lo que piensa, en la que todos tienen secretos. Es una película muy bonita, pero muy triste.

La última pregunta es obvia, pero obligada: ¿qué será lo próximo? ¿Puedes adelantarnos algo de la segunda temporada de ‘Rapa’?

Sí, estoy feliz porque he vuelto a Galicia. Estaremos rodando la segunda temporada de Rapa hasta noviembre. Lo que te puedo adelantar es que, más que en un entorno rural, va a estar centrada en un tema militar de Ferrol, la enfermedad del personaje que interpreta Javier Cámara habrá avanzado un poco y tendremos dos tramas paralelas que se juntan. Eso es lo que te puedo contar. Y también tengo teatro en Barcelona con una obra dificilísima y que es un reto, Las amistades peligrosas. Estoy muy contenta y agradecida.

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